Nov 23, 2010

La filología vasca pese a Joseba Lakarra Andrinua

Joseba Lakarra Cover

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LA FILOLOGIA VASCA

PESE A JOSEBA LAKARRA ANDRINUA

 

 

Se puede ser un pésimo filólogo de dos maneras. Una, à la Gorrochategui, a saber: siendo catedrático de indoeuropeo, no ser epigrafista, y meterse a querer interpretar una inscripción en una lengua no indoeuropea. Esta manera de ser filólogo conlleva los riesgos propios de toda imprudencia: leer DESCARTES en una inscripción euskérica del siglo III.

 

Esta forma de hacer filología es risible y amena, en especial para los que sí somos filólogos. Es, además, un modo de hacer filología que afortunadamente es inócuo, en tanto en cuanto las torpezas que se cometen son tan manifiestas que todo posible daño a la filología queda eficazmente abortado al dar por terminada la credibilidad de quien de este modo ejerce nuestra disciplina.

 

La otra forma de ser un pésimo filólogo es à la Lakarra, es decir: saber dos o tres cositas, pero no saber cerrar la boca. Esta es en sí misma más dañina, en especial cuando nuestro filobocazas logra ser editor de alguna revistita pseudoacadémica, momento en el que todo intento por hacerle cerrar la boca lo es en vano. Y esta es la forma en que nuestro personaje, Joseba Koldobika Lakarra Andrinua, quiere ejercer la disciplina filológica.

 

Que nuestro personaje es gente de mal arate ya lo barruntaba Luis Núñez Astrain cuando en su obra El euskera arcaico: extensión y parentescos, página 122, hablaba del tono un tanto olímpico que suele utilizar este profesor. Lo de tono olímpico no deja de ser un eufemismo que corresponde a insultante, y es que nuestro profesor ha dado muestras a lo largo de su penosa carrera de ser el clásico calandrias, el buscachismes, el gañán boceras y bocón que, por alguna extraña disfunción moral ataca mediante el insulto a aquellos que, haciendo sencillamente filología, proponen hipótesis de trabajo o abren nuevas líneas de investigación, hipótesis e investigaciones que contradicen o ponen en solfa el edificio pre-euskérico que nuestro mascachapas quiere edificar.

 

Pero, ¿cuál es ese edificio? ¿qué teoría filológica podemos extraer de los ladridos de Lakarra Andrinua? Y, en particular, ¿qué son esas dos o tres cositas que cree saber y que nadie en este mundo puede evitar que nos cuente?

 

En el mencionado libro del señor Núñez Astrain, se nos informa que el el lingüista guipuzcoano Luis Michelena, en su La langue ibère aparecida en 1979 sostenía la tesis de que muchos vascones, así como gran cantidad de aquitanos, hablaban ya, según toda verosimilitud, otras lenguas en el siglo primero antes de nuestra era. Esta es la primera cosita que se ha grabado con ácido en el escaso cerebro de Lakarra Andrinua: la imposibilidad de que se hablase euskera en el siglo I. Nótese que Michelena dice, textualmente, muchos vascones, y no todos los vascones. El matiz es esencial, aunque la incapacidad para percibir los matices es precisamente el defecto más patente de nuestro rudo Lakarra. Tampoco parece posible criticar a Michelena, elevado a sacrosanto factotum del protoeuskera, por lo que se nos cierra el camino a preguntar, sencillamente, cuál es esa toda verosimilitud de la que habla y sobre la que, ahora sí, en tono olímpico, descansa su afirmación, una afirmación que treinta y un años después nadie desea revisar excepto, claro está, la realidad, que es más tozuda que cualquier teoría filológica.

 

Afirmación que también graba en ácido Joaquin Gorrochategui y que le lleva a afirmar, en 1985, que por lo que respecta a los vascos de los siglos inmediatamente anteriores a la conquista romana parece que conservarían aún (según épocas o zonas) una capa de bilingües o al menos de población con ciertos hábitos fonéticos y onomásticos mantenidos como recuerdo de su reciente pertenencia al dominio lingüístico éuscaro. Y sobre este único cimiento, pasa el señor Núñez Astrain a relatar la historia de la filología vasca, echando mano de un plan de trabajo que, a su vez, ha diseñado nuestro boceras Lakarra, la llamada periodización del euskera. Así, en la página 19 del libro del cual es autor Núñez Astrain se nos dice que nuestra periodización del euskera se basa en la propuesta por el profesor Joseba Lakarra, introduciendo diversos cambios, en especial en la terminología. Dicha periodización distingue dos primeras etapas, una que va desde el S. I al S. III y que Lakarra denomina euskera arcaico o aquitano, y otra que va desde el siglo III hasta el siglo X, denominado periodo oscuro y en el que se incluye, a modo de hiato, el periodo del euskera común, desde el siglo V al VI.

 

Ese es el chiringuito donde nuestros dos pésimos filólogos ejercen de mercheros de la filología vasca y desde donde quieren imponer su régimen de silencio a los disidentes. Se puede pintar el chiringuito, colgar un cartel que diga Universidad del País Vasco, y darle a la calle donde se ubica la casucha el pomposo nombre de Avenida de las Universidades. Se puede, pero eso no cambia los hechos: la escasa preparación de ambos, la debilidad de las fuentes de las que extraen las máximas de su catecismo filológico, y las muchas grietas y fisuras que afectan a la débil estructura que ellos creen el sancto sanctorum de la filología vasca. Luego viene toda una labor de asegurar la casucha, labor que incluye la edición de revistitas que quieren ser prestigiosas por el expediente de ser Lakarra Andrinua el editor de las mismas, cerrando así el paso a la publicación de las voces discrepantes; la tarea de acusar a los demás de no publicar sino clandestinamente a menos que se publique en las mencionadas revistitas, la sempiterna acción coactiva sobre los estudiantes y doctorandos, a los que se les instruye en el constante tener que citar a los dueños de la casucha, so pena de excomunión y escarnio, y, finalmente, la labor de mendicidad económica propia de un sistema universitario al que nadie le pide que rinda cuentas de sus logros y aciertos y cuyos numerosos desaciertos han terminado por convertir la facultad de filología vasca de Vitoria, adscrita a la Universidad del País Vasco, en una red de clientelismo, de pensamiento único, con ramificaciones en toda la estructura cultural de la ciudad.

 

Establecido esa especie de régimen del cateto ilustrado, del garrulo investido catedrático por sí mismo y para sí mismo, del gomoso Yo Soy el Rey, a nuestros cantamañanas les queda tiempo suficiente para jugar a ser filólogos. En particular, a Joseba Lakarra Andrinua le queda tiempo para jugar a ser experto no ya en vasco, ni en protovasco, sino ¡en pre-protovasco!. Y, ¿a qué juega nuestro catetodrático en su Palurdistán particular? Juega a cuestionar la estructura de la sílaba para el protoeuskera, y lo hace, citando de nuevo a Núñez Astrain, página 103, en una serie de artículos tan interesantes como embarullados (sic). Hay que decir que el que los articulitos de Lakarra sean embarrullados no tiene nada que ver con la capacidad de entendimiento del señor Núñez Astrain sino, antes bien, con el mero y desnudo hecho de que nuestro empollanabos Lakarra tan solo transcribe al papel lo que de antemano ya tenía en su embarrullada y farragosa mente. Tenía en mente que algunas palabras vascas que aparentemente son simples -o raíces- en realidad son compuestas (Núñez Astrain, ibid., pg. 103), y tenía en mente que entre las palabras bisilábicas del protoeuskera hay sílabas que se repiten una y otra vez con un significado similar y deduce que en consecuencia esas sílabas, que hoy no significan nada aisladas, habían sido en realidad palabras monosilábicas del pre-protoeuskera. Por supuesto que dicha hipótesis ya la planteó anteriormente Michelena para el protovasco (Núñez Astrain, ibid. página 101).

 

Tenía en su mente todo eso y nada más. No cabía en su mente el que otros antes ya hubiesen postulado esa hipótesis no ya para el pre-protovasco, sino para cualquier pre-proto X, como por ejemplo Laura Benua, de la University of Massachussets, en cuya excelente tesis titulada Transderivational Identity, que data de 1997, escribe

 

This dissertation develops the hypothesis that morphologically-related words are required to be phonologically identical by ranked and violable constraints. Pairs of surface forms are linked by a transderivational or output-to-output (OO) correspondence relation. Through ranking, constraints on the OO-correspondence relation may force a derived word to deviate from the canonical surface patterns of the language in order to be more like its output base. This theory obviates the traditional analysis that deviant phonology in complex words is the product of cyclic derivation. Given transderivational relations, cyclic effects are produced by constraint interaction in nonprocedural Optimality Theory.

 

Tampoco cabía haber leido el serio trabajo de Joan Bybee, de 1985, Morphology: A Study of the Relations between Meaning and Form (Amsterdam: Benjamins) y los trabajos allí mencionados. Lleno de sí mismo, nuestro bajabalumbres profesor jamás oyó hablar de la fonosemántica ni de la tesis de Margaret Magnus (What’s in a word? Studies in Phonosemantics, 2001) en cuya introducción encontramos esto:

 

Apart from Hjelmslev and de Saussure, many of what we think of as 'great' pre-War linguists (Bloomfield, Jespersen, Sapir, Firth), wrote works in support of the position that either the sound or the articulation of words has a synchronic, productive effect on their meaning. In The Sound Shape of Language, Jakobson and Waugh wrote, "Linguists have begun to turn their attention toward the immediate and autonomous significance of the constituents of the verbal sound shape in the life of language... One cannot but agree with Coseriu (1969) when he acclaims Georg von der Gabelentz (1840-1893) as a 'precursor of present day linguistics' and especially as a promoter of the fruitful ideas on sound symbolism.

 

En otras palabras, si nuestro maleducado y pésimamente instruido profesor hubiese dedicado unos minutos a hacer bibliografía, se hubiese percatado de que ya en el siglo XIX un tal Georg von der Gabelentz habia plantado la simiente de aquello de lo que él se pensaba descubridor. Y se nos hace difícil dar mucho crédito a Lakarra en todo lo referente al pre-protovasco cuando ni siquiera tiene conocimiento de lo que la disciplina filológica ya planteó en el siglo XIX. Hay que decir a favor de Lakarra Andrinua que el tal George von der Gabelentz no publicó nunca en la revistita de la cual él es editor, colaborador y, quizás, hasta enmaquetador.

 

Estudiemos, como artículo prototípico de la filología à la Lakarra, el titulado Protovasco, munda y otros: Reconstrucción interna y tipología holística diacrónica, de 2006, una copia del cual se ha publicado recientemente (2009) bajo otro título, como veremos más adelante. Lo primero es lo primero: autocitarnos. Lo hacemos así:

 

En Lakarra (2005e) aportamos argumentos para mostrar la deriva hacia la estructura aglutinante experimentada por la lengua...

 

Luego declaramos el objetivo de nuestro enmarañado artículo, a saber: Se dota a la reconstrucción basada en la forma canónica de la raíz del escenario necesario para explicar de manera principada sus resultados y reconstruir etapas anteriores al protovasco moderno, así como evoluciones ulteriores interdependientes de los distintos módulos de la lengua. Llama la atención el término protovasco moderno, pero ya sabemos cómo funciona la mente de un titiritero que ejerce de filólogo. Véase lo que sigue inmediatamente a continuación:

 

Desde hace ya una década venimos defendiendo la necesidad de revisar la reconstrucción estándar de Mitxelena (cf. Mitxelena 1957a, 1964, 1961/1977, etc.) mediante trabajos de detalle u otros de mayor alcance (cf. Lakarra 1995a y posteriores).

 

Traducido quiere decir que desde 1995 él viene defendiendo la necesidad de revisar la reconstrucción estándar de Michelena, para lo cual sólo hace falta leerle a él (Lakarra, 1995a y posteriores).

 

Dicho eso, debemos cesar en nuestra lectura de herejes puesto que, a todos los efectos, Lakarra es autosuficiente y sólo él se ha autoelegido en glosador de su biblia particular, esa Fonética Histórica Vasca micheleniana que ya va siendo hora que alguien revise y ponga al día. Quizás bastase quitarle ese halo de divinidad e ir acostumbrándose a afirmaciones como la siguiente de Txomin Peillen (Urrüstói, Atharrátze, Líginàga edo zubereraren egiazko doiñuez, Antoine d’Abbadie 1897-1997. Congrès International. Hendaya, 1998, páginas 453-472):

 

También quisiera mostrar que no existe una “auténtica” fonética vasca, ni tampoco dialecto alguno que debido a la fonética sea un euskara mejor, puesto que todos hemos conservado influencias exteriores, renovaciones internas y tesoros del pasado.

 

Vamos, que en menos de diez líneas el visionario Lakarra se ha autocitado cuatro veces, una de ellas aclarando entre corchetes que cuando alguien dice he se refiere, lógicamente, a él, a Lakarra. Es lo que tiene la falta de humildad y de modestia unidas a la irrefrenable vanidad. Su siguiente frase es sintomática:

 

Corresponde al análisis de la forma canónica de la raíz y, en concreto, a la teoría de la raíz monosilábica, el núcleo del paradigma reconstructivo adoptado.

 

pues muestra que Lakarra no hace propuestas metodológicas ni lanza hipótesis de trabajo sino que directamente enuncia teorías, como esta de la raíz monosilábica que, como ya dijimos, debía haber conocido si en su biblioteca, además de Michelena, tuviese algún que otro libro sobre, por ejemplo, lingüística. La distinción entre lo que es teoría (a saber, conjunto de hipótesis que ha sido contrastado con hechos y datos por terceros independientes) e hipótesis le es desconocida a nuestro autoelegido e iluminado filólogo. Luego prosigue autocitándose y lanzando loas a Michelena a la vez que disculpándose si sus propuestas anteriores eran incompletas. Lo eran. No caben errores o deslices, tan solo propuestas incompletas, pues son los demás los que se equivocan y nunca Lakarra, como él mismo demostró en sus numerosos artículos acerca de Lakarra, escritos por y para Lakarra y citados solo por Lakarra.

 

Puede que él ame a Michelena, pero la cuestión es si Michelena le ama a él.

 

Queda al descubierto en la siguiente página de su penoso artículo que su misión es, nada más y nada menos, la constitución de un nuevo paradigma reconstructivo, aplicado al vasco, pero con la trampa adicional de que, al no haber protolenguas comparables a la vasca, toda su reconstrucción lo será interna y de segundo grado. ¿Qué truco prepara el rústico filólogo para hacer filología comparativa con una lengua que no tiene con cuál ser comparada? La respuesta nos la da el propio Lakarra: se utilizará la comparación mitxeleniana, centrada en los morfemas. No busquen ese concepto en ningún libro de texto, en ninguna tesis doctoral, en ningún trabajo serio de filología, pues no lo encontrarán. Ni siquiera en los trabajos de Michelena aparece semejante engendro, tratándose de un constructo mental de la febril mente de nuestro mesiánico mercachifle de ideas.

 

También nos regala una amarga queja en el sentido de que sus trabajos no son tenidos en cuenta por la comunidad internacional, afirmando que en Lakarra (2005e) he reunido expresamente una serie de datos que, si bien estaban recogidos en alguna medida y disponibles en la bibliografía anterior, eran habitualmente desatendidos, cuando no activamente ignorados, en discusiones importantes de la gramática e historia de la lengua vasca...

¿No se le ha ocurrido pensar a Lakarra que las discusiones importantes sobre la gramática e historia de la lengua vasca lo son, precisamente, gracias a que los demás hemos ignorado activamente sus datos? De hecho lo preocupante para nosotros es todo lo contrario: que en el País Vasco sólo se leyese a Lakarra. Supongamos que ello fuera así. Supongamos que en el País Vasco sólo se pudiese leer las mequetreferías embarulladas de Joseba Lakarra. ¿Qué ocurriría? ¿Qué filología vasca se podria hacer? Se haria, justamente, la filología vasca que últimamente se viene haciendo, salvo honrosas excepciones, la de las revistitas de colegas, la de Juan Palomo, la que postula la imposibilidad de que se hablase euskera en el siglo I como dogma. Una filología de provincias anclada en el siglo XX.

 

Se haria, en fin, aquella filología que quiere creer que Lakarra es el descubridor de la raíz monosilábica, la que piensa que Lakarra es el padre de un nuevo paradigma reconstructivo.

 

El artículo que venimos comentando, Protovasco, munda y otros: reconstrucción interna y tipología holística diacrónica, es el resumen de la pesadilla lakarriana, y podria haber sido incluso creible para él por un tiempo, de no ser porque la realidad tiene otros planes y se anda con muchos menos miramientos que nuestro desmeritado profesor.

 

Para empezar, Lakarra en este artículo no ha hecho sino dos cosas; la una, beber del artículo de Patricia Jane Donegan y a David Stampe titulado Rhythm and the holistic organization of language structure, una versión ligeramente corregida del artículo que los mismos autores publicaron en Papers from the Parasession on the Interplay of Phonology, Morphology, and Syntax, ed. John F. Richardson, Mitchell Marks, and Amy Chukerman (Chicago Linguistic Society), pp. 337–353, de 1983, cuando dichos autores estaban adscritos al departamento de lingüística de la Ohio State University. Hay que recordarle a Lakarra que Donegan y Stampe se encuentran, junto con otros autores, entre aquellos que reconocen la existencia de estrechas interacciones sistemáticas entre la estructura de los sonidos, la morfología y la sintaxis. A este enfoque se le denomina tipología sistémica. Consúltese el artículo de Gertraud Fenk-Oczlon y August Fenk, de la Universidad de Klagenfurt, Austria, titulado Systemic Typology and crosslinguistic regularities, que aparece en V. Solovyev & V. Polyakov (eds.) (2004) Text Processing and Cognitive Technologies, 229-234:

 

Systemic Typology suggests systematic interactions between sound structure, morphology and syntax. Several authors (e.g. von der Gabelentz (1901), Skalička (1935), Lehmann (1978), Donegan & Stampe (1983), Gil (1986), Plank (1998)) already have assumed, stated or described co-variations between prosodic, phonological, morphological, and syntactic properties.

 

Han leido bien: se cita a von der Gabelentz, 1901, como el primer investigador que postuló la hipótesis que ahora Lakarra quiere hacer suya. Pero es que, además, Fenk-Oczlon y Fenk conocen el trabajo de Donegan y Stampe, a la vez que estos últimos conocen el de los primeros, sin que ninguno de los citados conozca el de Lakarra y, más sorprendente, sin que Lakarra conozca el de von der Gabelentz. ¿Será que todo el mundo publica en revistas clandestinas?

 

El artículo de Fenk-Oczlon y Fenk concluye esto:

 

By showing systematic co-variations between phonological parameters such as syllable complexity, morphological parameters such as number of morphological cases, and syntactic parameters such as adposition order, they are a further step forward in the realization of the “demanding program” (von der Gabelentz (1901)) of holistic typology. These co-variations seem to reflect the dynamics of a selfregulatory system and systemic exchanges between its subsystems in order to ensure the economy of language perception and production. (According to this view of language as an open and dynamic system we tend to prefer the term “systemic” instead of ”holistic” typology.)

 

La negrita es nuestra. Lo es para remarcar el hecho de que todo el programa lakarriano está afectado de ese amateurismo que él critica en su artículo en los siguientes términos:

 

Dado que la cantidad y calidad de la información disponible es muy precaria y el nivel de abstracción de las descripciones tipológicas generalmente demasiado alto y su capacidad predictiva escasa, sólo una labor filológica que “precise cada vez más”, asociada a una tipología cada vez más principiada y holística, –i.e., que pueda presentarnos más paralelos evolutivos y escenarios reconstructivos más definidos– nos permitirá ir más allá en la reconstrucción estructural, entendida ésta como análisis y explicación diacrónica de sistemas y no como mera recolección de anécdotas etimológicas de mayor o menor interés para profanos o para lingüistas amateurs que, a lo que parece, no dejan de abundar en nuestro entorno.

 

Por mucho que se haya empeñado en repetir, durante toda una década, que la tipología no servía para tratar el caso del vasco, por mucho que se haya cansado de rebuznarnos que sólo él, investido por la gracia de Michelena, puede ser capaz de abordar el nuevo paradigma reconstructivo, resulta que su programa ya fue expuesto por von der Gabelentz en 1901, impulsado por Skalička en 1935, ampliado por Lehmann en 1978, aplicado a las lenguas munda por Donegan y Stampe en 1983, y ulteriormente desarrollado por Gil en 1986 y Plank (1998). Es de amateurs venir a vueltas con dicho programa en 2006 (y repetirlo en 2009), como hace Lakarra, y es lamentable que no cite a los dos primeros. También es lamentable que espete a los demás el trabajo etimológico, tachándolo de mera recolección de anécdotas de interés para profanos, cuando precisamente él embiste contra otros insignes linguistas sobre una base puramente etimológica y cuando precisamente en el mismo artículo, y en el colmo de la desfachatez, escribe esto (página 231):

 

En Lakarra (2003b) constatamos la existencia de una relación directa entre objetivos y métodos de la labor etimológica, por un lado, y teoría reconstructiva (y lingüística), por otro, en la obra de algunos de nuestros antecesores más ilustres: Schuchardt, Gavel, Mitxelena.

 

 

Es decir, que si usted no es Schuchardt, Gavel o Michelena y se dedica a la etimología entonces usted es un mero recolector de anécdotas de interés para profanos. Por otra parte, el concepto de ilustre antecesor que maneja Lakarra es obviamente una estafa, porque olvida que Schuchardt postulaba una estrecha relación entre el vasco y los idiomas camíticos, relación que el propio Lakarra pone en solfa. Y lo es, además, porque los citados lingüistas son sus antecesores sólo por el mero hecho de haber nacido antes que Lakarra, algo que lógicamente no le es imputable a ellos, y no porque él haya demostrado ser heredero de su saber hacer.

 

Prosigue el artículo con la cansina autocita de rigor:

 

Como he señalado en trabajos previos (Lakarra 2003b y 2004d, cf. el último capítulo de Trask 1997) no parece excesivamente osado afirmar que la comparación tradicional...

 

rematando con un párrafo muy esclarecedor de la disfunción patológica de nuestro tuercebotas:

 

Es más, podría argüirse que en más de una ocasión –y en los trabajos arriba citados podrán encontrarse algunas muestras– la comparación a ultranza ha llevado a determinados tratadistas a encarar con “orejeras” muy particulares, cuando no a falsificar la realidad y, en todo caso, a postergar y dificultar el análisis de problemas reales y relevantes de la diacronía del vascuence que podían y debían ser afrontados desde la propia lengua;

 

Quédense con la expresión falsificar la realidad. Y quédense con esa expresión porque es precisamente en el año 2006 cuando la realidad lanza su primera coz en el hocico de nuestro berreante Lakarra: el descubrimiento de los graffiti de Iruña-Veleia, datados en los siglos II y III. No debió ser ése un buen año para Lakarra Andrinua, ilusionado como estaba en colocarle a la teoria tipológica holística el sello made in Lakarra o, lo que es lo mismo, afanado como estaba en transponer a su pre-protoeuskera todo lo que la tipología holística había construido sin su ayuda.

 

A fin de cuentas, cuando los inocentes arqueólogos desenterraron miles de piezas con grafitos en euskera lo que estaban haciendo, ni más ni menos, era enterrar todo el programa de Lakarra, y ello, afortunadamente, antes de que éste diera sus primeros pasos. Su nuevo paradigma reconstructivo, que ni es nuevo, ni es paradigma ni nada reconstruye, nacia muerto. El mero hecho de la datación de las piezas daba al traste con el sacrosanto principio de la imposibilidad de que se hablase euskera en el siglo I, de entrada, pero es que además iba a forzar a hacer labores de etimología, de esas que Lakarra cree más propia de ociosos y, sobre todo, se corría el riesgo de que sus bobadas acerca del monosilabismo se hiciesen evidentes.

 

Ello, junto con el hecho de que tampoco esta vez se contó con él para el estudio de las ostracas, explica porqué desde los primeros momentos Lakarra se alineó, como un Torquemada o un Vichinsky más, con aquellos que capitaneados por el político imbécil de turno, en este caso Lorena López Lacalle, hicieron todo lo posible por enviar a la hoguera a químicos, arqueólogos, físicos e historiadores.

 

Y es que una diputada de Cultura que desea ver encarcelados a los científicos está más cerca de la barbarie que de la Cultura. Y no sorprende que la acusación inquisitorial sea la de falsedad, pues para Lakarra, ya lo hemos dicho, todos esos científicos no son sino tratadistas que desean falsificar la realidad, una realidad que se le encara en la humilde forma de un pedazo de sigilata inscrita. Es esta, justamente, la cuestión que más nos interesa: ¿qué dicen contra los dislates filológicos de Lakarra los grafitos de Iruña-Veleia que tanto pavor y zozobra le provocan? ¿A qué ese empeño en enterrar lo que los arqueólogos desenterraron?

 

Basta leer las réplicas de Juan Martín Elexpuru (2009), Héctor Iglesias (2009) y Luis Silgo (2010) juntamente con el programa lakarriano para hacerse una idea exacta de porqué para Lakarra los grafitos de Iruña-Veleia nunca debieron haber existido. La historia que cuentan dichos grafitos pudiera apoyar, desmentir o en nada afectar al programa lakarriano de copy y paste que de las ideas de von der Gabelentz, Skalička, Lehmann, Donegan, Stampe, Gil y Plank pretende hacer Lakarra para el caso del vasco.

 

Pero mejor era prevenir que curar, mejor era hacer caso omiso de los hechos, principio esencial del mal filólogo, y evitar que otros los contrastasen. Para quien emite teorías directamente sin pasar por el paso previo de emitir hipótesis los hechos son solo una molestia, como bien sabe todo mesías.

 

El plan lakarriano, tan reiteradamente repetido en todos y cada uno de sus cansinos artículos, descansa sobre premisas básicas:

 

1. que la glotocronología y la construcción comparada genética son un invento diabólico destinado a los ociosos

 

2. que Ruhlen, Greenberg y Venemman son la diabólica trinidad

 

3. que sólo la reconstrucción interna de Michelena es válida, no ya para el caso del vasco, sino para cualesquiera lenguas uno quiera estudiar y que ésta descansa sobre el criterio de la forma canónica como típica de la reconstrucción al nivel más profundo

 

Por supuesto, el que Michelena jugase también a inventar etimologías no es en él pecado mortal, el pecado de la ociosidad que farfulla Lakarra, y ello porque, como nos advierte en su artículo, el análisis de la forma canónica nos aproxima a la gramática de la protolengua y nos aleja del atomismo anecdótico o del anecdotismo atomista propio de ciertas tradiciones etimologistas con innegable arraigo entre nosotros. Así pues, con las anteriores premisas muy presentes, nuestro aldeano filólogo se embarca en un viaje cuyo objetivo no es otro que el de obtener morfemas antes no reconocidos (por fósiles) en protovasco moderno y esquemas morfémicos que guíen una reconstrucción más profunda, así como para identificar con alguna seguridad los lexemas y formas gramaticales pertenecientes a tal estadio lingüístico.

Puesto que para Lakarra todos los demás filólogos o son amateurs, u ociosos o directamente ineptos, sólo queda él como elegido por sus dioses para emprender semejante tarea titánica nunca antes emprendida. Envestido de púrpura divina y dotado de su preclara mente él inicia la ardua misión de abrir una vía de investigación productiva que antaño no podíamos ni siquiera intuir, y –lo que es más– va proporcionando preguntas, problemas y generalizaciones antes desconocidas, imposibles o sin sentido, signo del desarrollo del nuevo paradigma reconstructivo.

No deja de tener ribetes fascistas eso de “el desarrollo del nuevo paradigma reconstructivo”, y fíjenese que todo aquel que no abrace la nueva fe será excomulgado y tenido por haragán, holgazán y zángano o, peor aún, por etimólogo, o nostratista, o glotocronólogo, o practicante de la lexicoestadística o dios sabe qué otro abominable calificativo.

 

Lakarra, deseoso de pasar en el tiempo más breve posible de sumo sacerdote a divinidad suprema del nuevo paradigma reconstructivo, se apresta a informarnos que no ha encontrado aún, ni me consta que haya sido señalada en la bibliografía, ninguna amplia transformación [bisílabo] > [monosílabo] en la estructura de las raíces vascas, ni siquiera alguna que supere la mera anécdota. Nos lo dice de antemano, no vaya a ser que algún odioso discípulo de Ruhlen, Greenberg o Begtson o, peor aún, algún etimólogo ocioso, vaya a adelantársele en su enloquecida carrera hacia el panteón de los filólogos. En cualquier caso, también aquí miente Lakarra. Basta leer a Bengtson (Some features of Dene-Caucasian phonology with special reference to Basque, Cahiers de l’Institut de Linguistique de Louvain (CILL) 30.4: 33-54.) o a Blazek para el caso del vasco. Para el caso genérico, es decir, para cualquier lengua, incluida el pre-protovasco, la bibliografia es extensa, de hecho demasiado extensa (Altering the basic word: from disyllabic to monosyllabic, capítulo 4, página 60, en From Ancient Cham to Modern Dialects, de Graham Thurgood, Oceanic Linguistics Special Publication, número 28, 1999).

 

Y comienza, cual profeta poseso, su loca carrera hacia los cielos, dando por sentado que la raíz protovasca antigua era CVC y topeteando por el camino a cuantos se le interpongan (a Gamkrelidze, a Ivanov, a Rebuschi, cuyo trabajo califica como curiosas reflexiones).

 

Corre enloquecido y en estado febril por el bosquecillo de su imaginarium para estamparse de bruces, como veremos más adelante, con el primer arbolillo que encuentra en su camino, a saber: el mismísimo Michelena. Por supuesto que ante la patética visión del visionario Lakarra malherido en mitad del bosque hemos de mostrar cierta condescendencia pues, como él mismo escribe, no hace falta decir que en esto nos alejamos de las vías más transitadas en la morfología histórica vasca, comenzando por nuestros propios trabajos anteriores. Y ya se sabe que cuando uno transita campo a través las probabilidades de caer en una zanja o, sencillamente, de perder el Norte son elevadas. Aunque en el caso de Lakarra lo que ha ocurrido es esto: ha transitado por una amplia avenida por la cual ya transitamos muchos, y lo hacemos con educación, sin dar empellones, empujones ni codazos. Es lo que tiene transitar borracho de sí mismo.

 

Para empezar, si el programa lakarriano tiene que triunfar lo tiene que hacer sin modificar las reglas de juego que tanto le gusta citar a Lakarra. Como ello no es posible, nuestro buen amigo debe primero prefabricar la lengua que quiere reconstruir, único modo de tener un acierto pleno pues, de suyo, si uno fabrica e inventa a priori el pre-protovasco, es evidente que sólo resta ajustar los datos, inventarlos, falsear la realidad, y finalmente presentarnos toda esa artificiosidad como producto de la aplicación rigurosa de unas leyes que se enunciaron teniendo en mente ese pre-protovasco precocinado de Lakarra. Lo primero, como él mismo confiesa, es la necesidad de postular para el protovasco más antiguo una tipología muy diferente (sin SOV, ni aglutinación, ni ergatividad, ni flexión verbal inextricable) a la del vascuence histórico y algunas posibilidades que muestra la teoría para el estudio de la deriva lingüística posterior.

 

Llama la atención que quien predica de los demás el llevar orejeras a la hora de hacer etimología se haya dotado él mismo de una orejeras, ya que la nueva tipología que pretende para el protovasco debe carecer, según él, de ergatividad. Y llama la atención porque una de las críticas que él le hacia a los ostrakas de Iruña-Veleia era, precisamente, la falta de la marca de ergativo en las dos o tres palabras en las que nuestro impresentable y desmemoriado aprendiz exigia que ésta apareciese, como ya le señaló puntualmente Juan Martin Elexpuru (2009):

 

El hecho de que no posean marca de ergativo las dos o o tres palabras susceptibles de llevarlo no demuestra nada. Su ausencia se podría deber a que en esa época no se usara (creen los especialistas que en algún tiempo pasado el euskera no tenía ergativo), o a la escasa competencia lingüística de los autores de las frases, pues se trata de uno de los errores más frecuentes en esas situaciones. Considero, además, que la falta de un elemento tan típico de la lengua vasca como el ergativo es más un elemento probatorio de autenticidad que de falsedad.

 

La negrita es nuestra, y lo es para destacar los peligros que entraña la filología lakarriana, entre los que se encuentran la desfachatez de ser ciego ante los hechos cuando a uno le conviene. Hubiese sido mejor que Lakarra fuese siempre ciego a los hechos, y no allí cuando más le conviene.

 

Pero, parafraseando al Michelena de Lenguas y protolenguas de 1963: el vasco de cualquier época posterior al pre-protovasco prefabricado por Lakarra no tiene porqué ajustarse a éste en el sentido literal de la palabra, porque fue manufacturado antes de que su opinión pudiese ser oida; es el pre-protovasco reconstruido el que debe amoldarse a las exigencias de los nuevos testigos, por muchas molestias que produzcan las reformas necesarias. Y es que el pre-protovasco lakarriano reconstruido está bajo sospecha en tanto en cuanto los métodos utilizados para su restitución están concebidos desde su raíz para conseguir una protolengua à la Lakarra.

 

Y entre los nuevos testigos destacan los indelebles grafitos de Iruña-Veleia, señor Lakarra. Y no basta con ridiculizar e insultar a los demás para apartarlos del camino. Y no por mucho autocitarse de modo patológico va usted a imponer su prefabricada visión de la realidad lingüística del pre-protovasco. Apréndalo ya, no vaya a caer en la zanja y se le condene a pasar el resto de su vida no ya haciendo etimologías, sino crucigramas.

 

Establecido el error de partida del programa lakarriano, puesta al descubierto su trampa metodológica y releyendo atentamente precisamente a toda la constelación de filólogos que él desea silenciar (¿los lanzará a la hoguera de Vitoria también?), la lectura del resto del artículo causa vergüenza ajena.

 

El siguiente apartado del mismo es el titulado Sobre el canon vasco, donde Lakarra comienza ya con una artimaña. Comienza con lo que no es sino un juego de aprendiz de mago:

 

Es posible que si se pidiera a cualquier vascólogo que señalara las tres o cuatro características estructurales principales de la lengua vasca, éste contestara haciendo alusión a (1) el carácter aglutinante de la lengua, (2) su morfología ergativa, (3) su orden de palabras SOV y, tal vez, a (4) la riqueza sin fin de su flexión verbal

 

para seguidamente endosarnos una cita de Trask, que no es en este contexto un vascólogo cualquiera, sino aquel cuya opinión quisiera Lakarra que mejor se ajustase a su programa.

 

Nos extraña que no haya incluido, como era de esperar, una de sus autocitas. Hay que descubrir qué significa para Lakarra la expresión cualquier vascólogo para poder entender, en lo que vale, la típica y tópica respuesta que él mismo ofrece en lo que seria la supuesta respuesta que tal cualquier vascólogo daria a tan estúpida pregunta. Las tres o cuatro características estructurales que cita las citaría cualquier lingüista que tenga un mínimo de interés por la tipologia, si bien cualquier lingüista vascólogo, es decir, uno que ya haya integrado, sintetizado y superado la lingüística de los años 60 en la que felizmente vive nuestro filólogo periférico, como por ejemplo Haase (1992) o Haspelmath (1998), le respondería asi:

 

In all the various areal classifications of European languages that have been proposed more recently, Basque occupies a fairly peripheral position, contrasting genetically and structurally with all SAE languages. Thus, Haspelmath (2001: 1493) classiWes Basque as a marginal European language exhibiting very few Europeanisms and, in a similar fashion, Kortmann (1998a; 1998b: 507V) treats Basque as a language of Europe’s linguistic periphery. But while these classifications are well-founded, being based on solid linguistic evidence, it has been proven that Basque nevertheless moved considerably towards SAE, and that contact-induced grammaticalization was one of the main factors in this process.

 

También le señalarian (Haase 1992) que:

 

by grammaticalizing relational nouns such as buru ‘head’ or baita ‘interior’, Basque is acquiring a set of complex postpositions modelled after corresponding complex prepositions in the Romance languages; for example, the Basque postposition -ri/-ra(t) buru-z (DAT/DIR head-INSTR) ‘in the direction of ’ is modelled after the Gascon preposition (de) cap a ((from) head at) ‘in the direction of ’;

 

y añadirian, para remate, esto:

 

It would seem that Basque (at least as spoken in southwestern France) has gone one step further in having developed a fairly productive type of relative clause on the model of Romance languages. Thus, the following construction used in the written language corresponds in its major properties to that of many SAE languages: the relative clause is postnominal, has inflecting relative pronouns introducing the relative clause, and the pronoun is resumptive, signalling the head’s role within the relative clause (Haspelmath 1998: 1494–5).

 

Claro, que si preguntamos al vascólogo que Lakarra tiene en la cabeza (Trask, 1998) la respuesta seria esta:

 

there is virtually no observable tendency for Indo-European morphological features to be transferred into Basque

 

lo que nos da una idea aproximada de lo que puede significar virtually.

No está de más señalar que R.L. Trask publicó su excelente Etymological Dictionary of Basque (versión online por la University of Sussex, 2008) en el cual, por cierto, no se cita ni una sola vez los trabajos de Lakarra. Y, ya puestos, no está demás recordarle a este cretino que la obra en dos volúmenes de P.G. de Rijk, Standard Basque - A Progressive Grammar (The MIT Press, 2008) tampoco contiene ninguna cita a los trabajos de Joseba Lakarra Andrinua, ni siquiera una que pasase de lo meramente anecdótico. Claro que quizás a los ojos de Lakarra eso no importe, ya sea porque considera que Trask es también un ocioso más dedicado a recolectar curiosas etimologías o porque de Rijk no le merece respeto. Lo cierto es que sí sabemos porqué a él no se le cita: porque nada tiene que enseñarnos sobre etimología vasca y porque, ciertamente, nada ha aportado en toda su vida profesional a la gramática estándar del vasco.

 

Y entre las curiosas reflexiones de Rebuschi, según las califica Lakarra, (Basque from a typological, dialectological, and diachronic point of view, G. Rebuschi, 2004, en Thorsten Roelcke (ed.), Variation Typology. Variationstypologie, Berlin & New York: W. de Gruyter, 837-865) se incluyen curiosidades como el hecho de no citar tampoco, ni siquiera por error, los cenagosos trabajos de Lakarra.

 

En el mismo artículo que venimos comentando, en su versión del 2009, (Forma canónica y cambios en la forma canónica de la lengua vasca: hacia los orígenes del bisilabismo, Acta Palaeohispanica X, Palaeohispanica 9 (2009), pp. 557-609), la filología lakarriana la resume en varios párrafos. Así:

 

la necesidad de postular para el PV más antiguo una tipología muy diferente (sin SOV, ni aglutinación, ni ergatividad, ni flexión verbal inextricable) a la del vascuence histórico y algunas posibilidades que muestra tal teoría para el estudio de la deriva lingüística posterior. Creo haber mostrado (cf. Lakarra 2005a, 2006a) que hay razones internas a la lengua para postular un profundo cambio en la fonología de los dos últimos milenios —no necesariamente en la dirección de las lenguas vecinas— y, lo que parece más relevante, buena parte de esos cambios podrían estar relacionados con la estructura y cambios de la morfosintaxis de la lengua durante ese periodo.

 

La hipótesis de que la tipología que hoy observamos en las lenguas, por ejemplo SOV para el vasco, no tiene porqué ser una constante en el tiempo data desde los primeros momentos de la teoría tipológica. Basta leer a Lehman:

 

the conclusions may suggest that any individual language is rigidly confined within a limited set of patterns. It is true that many characteristics of languages are so determined; yet change leads to inconsistencies in structure, as examples below illustrate. It will also become clear from these examples that change is limited to the patterns available for languages of specific structures, whether OV, or VO in the variants VSO, SVO, and VOS. A knowledge of principles governing language and their effects is then essential for analysis, description, and understanding of languages. Typological study is fundamental to linguistics, whether synchronic or diachronic, practical or theoretical.

 

 

Lehman además define en qué condiciones se pueden dar esos cambios y qué función gramatical juegan las palabras que entran a formar parte de ese cambio, pues lo importante aquí es que si se desea pasar del bisilabismo al monosilabismo es obvio que las sílabas resultantes deben modificar su función gramatical, lo que a su vez conlleva modificar la estructura tipológica de la frase, y ello sólo es posible bajo unas reglas estrictas y nada arbitrarias. De modo que ¿qué está enunciando Lakarra y qué cree haber demostrado? Cree haber demostrado lo que ya Lehman y otros tienen por demostrado para toda lengua X, incluida el vasco.

 

Quiere esto decir que el plan lakarriano, a lo más, intentará aplicar lo ya conocido al vasco, lo cual es loable, y no quiere decir justamente aquello que él desea que creamos que dice, a saber: Creo haber mostrado (cf. Lakarra 2005a, 2006a) que hay razones internas a la lengua para postular un profundo cambio en la fonología de los dos últimos milenios... No, usted no ha demostrado nada. Lo han demostrado muchos antes que usted y, en particular, la brillante demostración le pertenece a Margaret Magnus, enfoque que se denomina fonosemántica y que como ya se ha dicho anteriormente, nace en 1901, en plena era pre-protolakarriana, por cierto.

 

Más interesante nos resulta su siguiente afirmación lakarriana:

 

Durante los últimos años la investigación ha transcurrido por dos vías que motivan, creemos, el estudio aquí presentado: 1) se ha mostrado la existencia de una clara deriva en los modelos radicales de la lengua, deriva que, obviamente tuvo consecuencias en el tipo general de aquella, anteriormente muy diferente a la moderna aglutinante, SOV, con abundantes sufijos en el SN y florida concordancia verbal y 2) el estudio de la distribución e historia de los modelos radicales nos ha llevado a plantear la posibilidad de una etimología formal, no atomista, basada en la FC y, quizás, a la elaboración ulterior de una nueva cronología y periodización de la lengua

 

El primer punto no quiere decir sino esto otro, en palabras de Lehman:

 

Given this situation regarding change, no language is completely regular or symmetrical, whether in phonological structure or in the structure of any other component. Yet the lack of symmetry does not nullify the general principles discussed above. These instead are supported by observation of languages over long periods of time, when, as Sapir recognized, the changes may be viewed in accordance with underlying ground-plans, as a drift.

 

por lo que sobra, en el artículo de nuestro autista filólogo el arrogarse ningún descubrimiento en lo atinente a la deriva.

 

Por lo que respecta al punto 2) (el estudio de la distribución e historia de los modelos radicales nos ha llevado a plantear la posibilidad de una etimología formal, no atomista...) de puro obvio se nos hace incomprensible su significado. Obviamente, pasar del bisilabismo al monosilabismo va a implicar cambios no solo en las funciones de las sílabas que resulten de tal descomposición, sino también de su significado, de modo que queda toda la tarea etimológica, aunque ésta sea formal y no atomista. Debe tratarse de una nueva forma de hacer etimología, una claramente lakarriana o, si se prefiere, no ociosa.

Se trata este juego de reducción silábica de un juego en extremo peligroso por razones matemáticas, ya que al reducir ciertas palabras a monosílabos y al tener que asignar a esos monosílabos significados específicos, las probabilidades de que encontremos esos mismos monosílabos en otras lenguas con idénticos significados van a aumentar exponencialmente, y ello porque el stock de fonemas no es infinito. Aprenda algo de sus amigos de la lexicoestadística.

 

Ciertamente que Lakarra se aproxima sin él desearlo a esos etimólogos que él criticaba, no sin razón, y que proponian etimologías para las inscripciones tuareg, minoicas y etruscas en base al vasco. De aplicar el programa lakarriano va a resultar difícil dirimir cuál de estas dos afirmaciones está más próxima a la sandez:

 

 

zur “madera” + i sufijo de adjetivo = zuri “blanco”

ur “agua” + ta “puerta” = urta “regar”

 

Como medida preventiva el propio Lakarra ya nos advierte de que naturalmente, resulta muy difícil explicar todas y cada una de las palabras vascas de más de una sílaba reduciéndolas a raíces y a sufijos monosilábicos. De todos modos, algunas nuevas etimologías pueden ir proporcionando apoyo al principio general que hemos formulado a partir de exigencias estructurales que no es sino lo que Lehman ya nos ha dicho anteriormente: A knowledge of principles governing language and their effects is then essential for analysis, description, and understanding of languages.

De modo que ¿qué queda del pomposo plan lakarriano con el que nos ha estado torturando durante ya más de una década? Queda el Lakarra arribista, el que aprendió un par de cositas de aquí y de allá, el Lakarra al que no le han sido suficiente diez años para aprender a no insultar a los demás, a ser menos despectivo con aquellos a quienes gusta llamar “mis enemigos” (con todo, me apresuro a señalar que en todos mis trabajos hasta el presente y para no parecer excesivamente cicatero y restrictivo con el “enemigo” (o demasiado generoso con mis propias hipótesis) he tratado... página 590, pie de nota 60). No hay disculpas que valgan. Lo que hay que hacer es trabajar más y mejor y, si no se puede por cualquier razón, al menos trabajar calladito. Y tuvo justo en el patio de su casa material excelente para empezar a trabajar: los ostracas de Iruña-Veleia.

 

En estos diez años hemos ganado muy poco en el conocimiento de la lengua con esas técnicas trasnochadas de Lakarra basadas en “nuevos paradigmas” y “reconstrucciones michelenianas” con las que pretende fabricar su “arqueopreprotovasco” primigenio publicando, dia sí dia no, esas patológicas convicciones suyas ancladas en un pasado incluso más remoto que la lengua que pretende fabricar. Una filología provinciana que ahora pretende pasar por la trituradora de sílabas el corpus vasco que sin su ayuda otros hemos rescatado, y que quiere hacerlo sin todavía haber dirimido la cuestión fundamental del ritmo de la lengua vasca (¿o acaso ya lo ha resuelto Lakarra?), sin haber fijado aún de modo determinante la propia tipología de la lengua e ignorando lo que la historia le ha lanzado al hocico en forma de ostracas inscritas de los siglos II y III justo en el patio trasero de su casa. Para este filólogo garrulo parece que los datos son bellotas. Se entiende así que encuentre gusto en hacer un lodazal de la filología y que se apremie en encender hogueras inquisitoriales donde ardan los datos, los descubridores de los datos y, además, cualquier estudioso que estudie esos datos. Es, como venimos llamándolo, la filología à la Lakarra: filología del comebellotas.

 

Mucho más interesante que la propuesta lakarriana es la línea de trabajo abierta por Julia Kristeva (Language the Unknown. New York: Columbia University Press, 1989) y que de un modo absolutamente brillante aplicó Janis B. Nuckolls al Quechua Pastaza (Sounds Like Life. Sound-Symbolic Grammar, Performance, and Cognition in Pastaza Quechua, Janis B. Nuckolls, Oxford University Press, 1996).

 

En 1989 todavia estábamos libre de la filología bellotera, y en 1996, mientras Nuckolls y otros avanzaban por el camino de la integración del sonido y el simbolismo, nuestro petimetre filólogo publicaba su deleznable diatriba "Sobre el Europeo Antiguo y la reconstrucción del Protovasco" (ASJU 30/1, p. 1-70). Ese desfase le va a costar el no poder entender jamás ni el espíritu del mensaje de Kristeva ni la aplicación que de él hace Nuckolls al Quechua. Para empezar, uno se las tendría que ver con los esquemas sonico-simbólicos del vasco, sobre lo cual Lakarra lo desconoce todo por muy acostumbrado que esté a los rebuznos y al croar de su parroquia.

 

En palabras de Nuckolls:

 

Quechua speakers' use of sound symbolism suggests an orientation to the world that unites the material with the conceptual and the natural with the cultural or conventional. For the lowland Ecuadorean Quechua, language use is modeled on sounds, patterns, movements, and rhythms of the natural world and of one's bodily experiences in it.

 

Para seguir, habria que trasponer dichos esquemas a realizaciones gramaticales:

 

In Pastaza Quechua, sound symbolic schemas mark grammatical aspect. Generally defined, grammatical aspect specifies the relative duration or nonduration of an action, event, or process.

 

y también hay que analizar minuciosamente la entonación de los monosílabos, monosílabos que lo serán del vasco telle quelle, y no del pre-protovasco o protovasco a cuya construcción precisamente se llega estudiando el primero, a menos que se desee empezar la casa por el tejado:

 

Level pitch rises are used only with monosyllabic rather than disyllabic sound-symbolic adverbs.

Monosyllabic sound-symbolic adverbs can also undergo a gliding pitch rise. The upglide emphasizes the component parts of a monosyllable. If we divide a monosyllabic sound symbolic adverb into a beginning onset, a middle peak, and an ending coda, then the upglide takes place over the middle peak and is highest over the coda.

Although monosyllabic words ending in stops and fricatives are quite rare in the lexicon, there are nine of them among the forty-three adverbs analyzed here.

Monosyllabic adverbs typically represent an action or event as realized, while disyllabic adverbs break an action or process into component movements and gestures.

 

Mucho debe correr Lakarra para llegar siquiera a poner en marcha su nuevo paradigma que, como ya vemos, no es nuevo. Y no le va a valer correr a cuatro patas esta vez, porque aquí la fonosemántica se toca con la etnografía y la antropología, de las que Lakarra ya ha dado suficientes muestra de desconocerlo todo, a juzgar por su incapacidad para interactuar de un modo normal con sus congéneres y supuestos colegas.

 

Como conclusión, pongan lo futuros estudiantes de filología vasca en cuarentena lo que quiera que escriba Joseba Lakarra en el futuro y ahórrense la penosa visión de filólogo mediocre que es porque, como decía Nietzsche, filólogo para más señas:

 

 

¿qué cosa más penosa puede haber

que contemplar cómo alguien deforme se sitúa,

estirado cual gallo,

delante de un espejo e intercambia

miradas de admiración

con su imagen?

 

 

¿Filología lakarriana? No, gracias.

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