Ramón Loza Lengarán, el Pepito Grillo de Vitoria
Ramón Loza Lengarán, más concretamente Luis Ramón Loza Lengarán, con DNI 16224141-X, es uno de esos personajes de ciudad de provincias de los que, como los campanarios de pueblo, puede decirse que forman parte inextricable del paisaje. En su versión actual sería más justo decir que, cual heces de perros depositadas en las aceras, forma desgraciadamente parte del paisaje urbano.
Toda ciudad que se precie tiene sus jubilados criticones que fiscalizan las obras que su ayuntamiento realiza en la vía pública, y alguna que otra ciudad tiene a su profesorcito de enseñanza media metido en tareas de Pepito Grillo; por ejemplo, Vitoria. Ramón Loza Lengarán tiene una vida aburrida y gris que el llama ordenada, límpia y honrada, y está decidido a dedicar su dilatado tiempo libre en patrullar las calles de su ciudad en busca de horrendos pecados, tal cual le enseñó el padre Peio, al cual él siempre encuentra ocasión de honrar, honra que suena más a síndrome de Estocolmo. Tiene por costumbre luego sentarse delante de un ordenador y redactar esas cansinas cartas al director en las que se muestra indignado por los dislates y tropelías con las que se ha topado durante su diario paseito por las calles. Estos dislates son, ciertamente, dignos de ser denunciados públicamente, tarea a la que se consagra en cuerpo y alma.
Cubren toda una gama de pecados que muestran la intolerable decadencia actual de nuestra sociedad como, por ejemplo, el encontrar su propia alma en forma de heces de perros en las aceras, descubrir con horror que algún desalmado ha tirado un papelito al suelo en plena calle Dato (¡en plena calle Dato! ¿se dan cuenta del crimen?) o toparse con que alguna farola de su calle ya no ilumina. Estos son los sucesos que alteran la ordenada vida del meapilas Ramón Loza Lengarán.
Pero, ¿quién es en verdad Ramón Loza Lengarán?
Según él, es un arqueólogo de Vitoria, ya saben de los de toda la vida. Según el Estado, BOE Nº 137, de 9 de junio de 1978, Ramón Loza Lengarán fue un aspirante que fue admitido al concurso-oposición para la provisión de plazas vacantes en el cuerpo de agregados numerarios de bachillerato. No superó las pruebas. Según el BOPV Nº 120, del 23 de junio de 1992, volvió a ser candidato a catedrático de enseñanza media en la especialidad de Historia-Geografía-Castellano. No superó las pruebas. Sin embargo, sí fue admitido como miembro del jurado calificador del tercer premio de investigación histórica convocado, en 2008, por el Círculo Vitoriano. Sea como fuere, en algún incierto momento de su vida fue admitido a lo que fuere que se presentase y llegó a ajercer de profesor de bachillerato en el Instituto de Enseñanza Media Los Herrán.
Cómo llegó a creerse que es un arqueólogo es algo que ignoramos.
Nuestro docto profesor de secundaria ha escrito una monumental obra, de 26 páginas de extensión, que lleva por título Restos romanos de Álava – Guía para su visita. O bien es un artista de la prosa concisa o bien en Álava escasean los restos romanos. O quizás no ocurra ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario, a saber: que en Álava existe un amplio conjunto de restos romanos, pero nuestro buen Ramón Loza Lengarán haya sido incapaz de apreciarlos dado que su más gloriosa tarea, la búsqueda de heces de perros en las aceras, haya acaparado toda su atención. Ya se sabe que los beatos jamás renuncian a su misión y nunca dan la espalda a la llamada del Altísimo, llamada, claro está, que sólo ellos oyen.
Frustradas por no tener nada que leer escrito por tan insigne personaje nos hemos tenido que contentar con revisar sus copiosas Cartas al Director y sus jocosas columnitas en la gacetilla local. Ocurre que el asno nunca podrá vestir la piel de la sabiduría, que será demasiado corta para taparle las orejas, de modo que a nuestro ígnaro vitoriano todo lo que se le ve son las orejas de pollino.
De entre las numerosas contribuciones de este Pepito Grillo de secundaria destacamos tres:
- su columna relativa a su llamada a la desobediencia civil, basada en el incumplimiento de la ordenanza de su ciudad que prohibe la entrada de asnos con perros en los establecimientos públicos;
- su colaboración en una emisora de radio local en pro del exterminio de los lobos, bajo la premisa de que al ser parientes del perro son susceptibles de dejar heces en los lugares más inapropiados (¡intolerable! gritaría aquí nuestro límpio y honrado Pepito Grillo); y
- su colaboración en la misma gacetilla a cuenta de la publicación, por aquel entonces, de las afamadas viñetas de Mahoma, publicación a la que él también se opone (alineándose así con los fundamentalistas y colocándose en contra de los que defienden la libertad de expresión) bajo la premisa de que los mismos que hoy se mofan de Mahoma, mañana podrian mofarse de nuestro señor Jesucristo y eso, señores, ¡es inaceptable!
Sobre los lobos encuentran aquí los comentarios que le dedicaron los amantes de los animales:
Lean con atención cómo califican allí a nuestro animal de costumbres, el beatísimo Ramón Loza Lengarán.
Adviertan que nuestro recto y ejemplar ciudadano nada dice de tener un local, en plena ciudad, llamado Círculo Católico, y lo que a él altera sería encontrar uno que se denominase Cuadrado Musulmán, o Triángulo Judío. En fin, cosas de la moral católica que le insufló, por via anal, el tal Padre Peio.
El más divertido de todos es, sin duda alguna, el primero de ellos, de fecha 15 de agosto de 2008, y que encontrarán aquí:
La lectura de esas cartitas a los periódicos y contribuciones hace bueno aquello de a fructibus eorum cognoscestis eos. Nuestro Pepito Grillo, profesor de enseñanza secundaria con sueños de arqueólogo, es muestra patente de que debe preocuparnos en manos de quiénes se deja la enseñanza de nuestros adolescentes. De esto tendremos más ejemplos en la figura de otro insigne forero, profesor también de enseñanza media, en la especialidad de filosofía. Lamentable.
En todo caso, no basta con diagnosticar una enfermedad; es necesario buscar para ella una adecuada terapéutica. En este caso hemos elegido escarmentarle del único modo en que es posible escarmentar a un asno. Dicen que la letra con sangre entra, y eso lo debe saber bien nuestro moralista de provincias, Ramón Loza Lengarán, acaso porque sea él mismo profesor de historia en un instituto.
En su columnita acerca de la indignación que le causa tener que obedecer una ley tan simple como aquella que dicta que los animales no pueden entrar en los establecimientos públicos, el tal Loza Lengarán nos cuenta una historia ñoña de su insípida niñez, una niñez que se pasó con las narices bajo la sotana del padre Peio. Lo que hiciera una vez allí abajo no nos incumbe.
Vamos a reproducir íntegramente lo que escribió Pepito Grillo Loza Lengarán, intercalando nosotras, en cursiva, la exégesis de aquellos párrafos de más oscura interpretación.
Recuerdo muy bien al padre Peio. Sobre todo cuando se estiraba.
El que se estiraba era el padre Peio, todo él..
Cuando retrocedía para coger aire apenas si lo conseguía distinguir, pero cuando se lanzaba sobre el borde del púlpito para sobrecogernos con sus palabras apocalípticas, podía reconocer perfectamente su rostro congestionado por la justa ira, sus ojos proyectándose sobre nuestras negras almas, las salibillas que se le escapaban de entre las comisuras, blancas como la pureza de sus intenciones.
Sí, este párrafo es oscuro. Según el ínclito profesor de secundaria es necesario retroceder para coger aire, momento en el que un observador situado delante del padre Peio apreciará que éste se aleja en idéntica medida en que un observador situado justo detrás del padre Peio observará que este se acerca. A esto se le denomina “la ley del péndulo de Peio” o, sencillamente, “oscilación espacial del padre Peio”.
Lo llamativo es eso de “la justa ira”, que suena a aquello del “azote de Gil”, ¿se acuerdan? ¿Y qué me dicen de “esos ojos proyectándose sobre nuestras negras almas”? Vamos a ver, Pepito Grillo Loza Lengarán, lo que se proyecta, y sólo metafóricamente, es la mirada de los ojos, y no los ojos. ¡Por Dios bendito! ¿es que ignora la figura literaria de la metáfora, profesor? Y díganos, ¿qué diántres es eso de “las salibillas que se le escapaban de las comisuras”? ¿No será “la saliba que se le escapa por entre la comisura de los labios”? Y, ¿de dónde saca que la saliva es blanca? ¿No será que lo que usted vio era un perro rabioso... de esos que dejan sus heces en los lugares más impropios y que tanto le disgustan? ¿O es que ya se hallaba bajo la sotana del padre Peio y lo que le pareció saliba no lo era, precisamente por blanca?
Y lo más importante, Pepito Grillo, ¿cómo nenúfares iba a escaparse la salibilla blanca de las comisuras si acaba de decir que sus palabras le sobrecogían? No se puede hablar a la par que tener la boca cerrada, y usted, precisamente, deberías saberlo.
El padre Peio tenía un empeño especial en conseguir que todos los que nos agazapábamos aterrorizados bajo su vociferio fuéramos buenos.
Se ve que con usted fracasó o, en todo caso, fue inútil para paliar su mezquindad. De todos modos su concepto de “ser bueno” está más cerca del campo semántico del “ser ruin”, a la vista de sus comportamientos.
Y, para lograrlo, no dudaba en prevenirnos de las mayores desgracias, si no lo éramos. En este mundo y, sobre todo, en la eternidad del otro. Tan asustado me hallaba tras sus ordalías sermonescas que no fueron pocas las veces en que, en medio de la ceremonia, me levanté de mi banco entre vergüenzas para esconderme tras la cortinilla del confesonario y ponerme en paz con quien estuviera detrás.
Quiere decir “detrás de la cortinilla” y no “detrás de Ramón Loza Lengarán”. “Entre vergüenzas” quiere decir “avergonzado”. Porqué debería sentirse avergonzado lo ignoramos, a menos que detrás de la cortinilla sucediesen, y no pocas veces, sucesos vergonzosos.
De la cortinilla y de todo esto.
Está frase está huérfana. ¿Qué quiere decir con ella? ¿A qué se refiere con “todo eso”? ¿Qué le avergonzaba del confesionario?
Ya de rodillas, y con pueril entusiasmo, repasaba uno a uno los Mandamientos por ver de encontrar los horribles pecados que el padre Peio me había ensupuestado, y ¿no los conseguía encontrar!
Pepito Grillo, los signos de admiración y los de interrogación no se mezclan. O empleas unos u otros. Hecha esta puntualización, te recordamos que es Dios quien te juzga, no tú, de modo que será Dios quien encuentre o no tus pecados; ¿no te enseñó eso el padre Peio, o sólo se dedicaba a balancearse de atrás hacia delante echando espuma por la boca?
Ni yo, ni la voz oscura del otro lado.
Vaya, habia alguien “con quien ponerse en paz” al otro lado de la cortinilla, y tú de rodillas. Muy católico, sí. Una cuestión, Pepito Grillo, entre almas negras y voces negras y salibillas blancas, ¿eres capaz de distinguir algún otro color o para ti el mundo es blanco o negro, heces o no-heces?
Así que, con un Señor Mío Jesucristo de cumplimiento, se me aviaba, supongo que acompañado por su parte con un respingo de gran paciencia, '¿Jesús, Jesús!'.
Otra vez mezclando signos de interrogación y exclamación. Queda feo en un profesor de secundaria. El respingo, quién sabe, quizás fuese de alivio...
Pero es que, claro, el padre Peio se empeñaba en redimir a los buenos. ¿Lógico! ¿Quién iba a ir a la Iglesia a misa sino nosotros? Los malos ni la pisaban.
¡Oh Pepito Grillo Loza Lengarán, qué tierno y conmovedor! Ya te has autojuzgado y has salido autoeximido. Tu juicio: “soy bueno, los demás son malos”. ¿Cómo en Iruña-Veleia quizás?
Compañeros tenía yo, y puedo dar nombres, que decían en casa que iban a misa y se marchaban a la plaza, a jugar o a comprar cromos, de chicas incluso.
Pepito Grillo, otros dicen que son arqueólogos y son profesores en el Instituto de Enseñanza Secundaria de Los Herrán. Incluso.
O sea, a pecar. ¿Dónde estaba el padre Peio entonces para evitar que pecaran? ¿Cómo les iba a amenazar con todo lo amenazable si no tenía ocasión ni de verles?
Verás, según la ley del péndulo de Peio, es probable que se estuviese alejando de ti en la misma proporción en que se acercaba a “las chicas”. Y quizás la salibilla blanca que veias era... bueno verás, ¿cómo explicárselo a un mojigato que está de rodillas en un confesionario?
Desde por entonces he sacado la conclusión de que, como es más fácil reñir a los buenos que a los malos, todo el que puede lo sigue haciendo. Aunque hayan dejado de ser padres, sigue habiendo una legión interminable de Peios dispuesta a seguir con tan injusta costumbre.
¡Qué ñoñería! ¿Está usted cuerdo? Nos preguntamos cómo es posible que sus alumnos adolescentes soporten tanta moral de abuelete. Díganos, ¿qué significa “desde por entonces”? ¿No será “desde entonces”?
El otro día, otro Peio, el concejal del Ayuntamiento de Vitoria, no tuvo mejor ocurrencia que amenazarnos a los dueños de perritos/as con una próxima ordenanza según la cual nos van a caer todas la penas del Infierno (multas), si se nos ocurre entrar con ellos/ellas en los bares. Traducido. No son capaces de evitar que haya perros sueltos molestando por todas partes, que haya dueños/cerdos que dejan las porquerías de sus animales en el suelo, y se van a meter con los que entramos a los bares con el perrito absolutamente controlado.
Vaya Ramón Loza Lengarán, pretendes entrar en un establecimiento donde se sirven alimentos y bebidas con tu perrito “absolutamente controlado”. ¿Cómo se controla “absolutamente” a un perro? ¿No basta con controlarlo?
A mí, y a la mayoría de los dueños de perros, no hay que exigirnos llevar el animal sujeto por una correa de dos metros porque, la mayoría, lo llevamos atado con una más corta.
Ahora queda claro en qué quedó la educación de Peio el Balancín: en que Pepito Grillo Loza Lengarán es el bueno, y por lo tanto nada hay que exigirle, y los demás ciudadanos son los malos y ahí que se deba “absolutamente controlarlos”. ¿Se puede ser más arrogante, señor profesor?¿Cómo hace para no razonar?
A mí, y a la mayoría, no nos tiene que recordar que, si entramos a un bar, el perro tiene que estar muy controlado, para no molestar a nada ni a nadie. A mí -o al dueño del bar- no me tiene que amenazar el concejal con que me va a multar si mi comportamiento es incívico. Lo que tiene que hacer es preocuparse por quienes ya manifiestan ese comportamiento en calles y jardines.
Verá Ramón “Lodazal”Lengarán, las leyes son iguales para todos, y si no gustan se cambian. No se desobedecen. ¿Qué le parecería que en uno de sus sermones en clase los alumnos bostezasen, se levantasen de sus sillas y se largasen? ¿Qué le parecería que uno de sus alumnos, con un rostro extraordinariamente parecido al suyo, con toda la cara de un pollino y una largas orejas, le espetase “A mi nadie me tiene que amenazar con la expulsión”?
Es que me pasa como cuando los sermones del padre Peio. Repaso los Mandamientos de mi comportamiento, y el de la mayoría de los dueños de perros que conozco, y no nos encuentro pecado.
Claro, Pepito Grillo, tú eres bueno, límpio y honrado. Y vas a misa, a esconderte tras la cortinilla, mientras otros pecan... “con las chicas”.
Ni aunque entremos en un bar, como miles de dueños de perros en toda Europa.
Esta es la conocida “ley del camarote de los hermanos Marx”, en versión bar y con miles de perros. “En toda Europa”. Díganos, Ramón Loza Lengarán, ¿ha salido usted alguna vez de su ciudad, de su barrio?¿de debajo de la sotana del padre Peio?
Otra cosa es que, cuando nos demos una vuelta por ella, descubramos que no hay un solo dueño de animal que no recoja sus cacas, y no sea sancionado. Que nadie lleva los perros sueltos en ambiente urbano. Que no se consiente que se les tenga como compañía pringosa de vidas voluntariamente construidas sobre la marginalidad.
¡Qué épico! Repitamos: “vidas voluntariamente construidas sobre la marginalidad”. Todo el párrafo es cenagoso, oscuro como “un alma negra” o como “la voz del confesionario”. Para empezar, usted no se da una vuelta; usted patrulla. Para seguir, según usted sería intolerable “que no se consienta” a las personas tener perros de compañía pringosa (sic), compañía para aquellos que llevan “vidas voluntariamente construidas sobre la marginalidad”. No nos aclaramos.
A ver, primero tenemos que encontrar “una marginalidad”. Seguidamente construimos sobre ella una vida, y ello lo hacemos “voluntariamente”. Bien. Ahora deseamos tener una “pringosa compañía”, y el resultado de eso es “otra cosa”, semejante a “dueños que no recojen sus cacas y no son sancionados”. Un lio, Pepito Grillo. Debes volver a redactar todo el párrafo.
En definitiva, padre Peio, hay que ir a la Plaza, buscar allí a los pecadores, y sermonearles y convencerles, por la buenas o por las malas, de que se tienen que portar bien, ellos y sus perritos. Y no esperar a que vengamos los buenos a la Iglesia para reñirnos. O ponerle una multa a un dueño de un bar lo suficientemente razonable como para admitir en su establecimiento perros debidamente controlados y prohibirles la entrada, lógicamente, a los no lo están. Amén.
¡Oh, que indignación! ¿Has pensado indignarte igual si ocurriese, por ventura, que al ir a la Casa del Señor con tu perrito el padre Peio no te dejase entrar en ella? ¿O es que acaso las normas urbanas y cívicas quedan en suspenso en el momento de cruzar el umbral de la iglesia?
¿Has pensado, por ejemplo, que tus normas y tu modo de ver la vida no tiene porqué ser el único, el más límpio, el más honrado ni el más justo? ¿Has pensado en algún momento, Pepito Grillo Loza Lengarán, que al pedir el despido para un presentador de ETB que ejerce la libertad de expresión te estás alineando con los talibanes barbudos vestidos de beatos?
En general, ¿has pensado alguna vez?
Lástima nos dan los adolescentes a los que adoctrinaste en toda esa moral mojigata, aunque el fracaso escolar palía afortunadamente los efectos que la misma pudiese haber tenido. Claro que de quien se predica arqueólogo siendo profesor de secundaria podremos esperar más portentos como, por ejemplo, ser el próximo concejal de urbanismo de su ciudad.
Apañados íbamos.